Un Cuento de Miguel

El Tundum

Los ojos se le llenaron de lágrimas, se le notaba el esfuerzo por contenerse, seguramente le resultaba embarazoso desbordarse y ponerse a llorar como una criatura frente a alguien al que apenas conocía.

En la tarde del día anterior pasé por el bar que él administraba. Yo estaba en esos raros estados elevados, etéreos, sin haber tomado ninguna sustancia psicoactiva. Había visitado la laguna de Cuicocha, considerada sagrada desde hacía miles de años por los indígenas nativos de éstas regiones, y mi estado emocional vibraba muy fuerte. Decían que la laguna tenía propiedades energéticas poderosas.

En la vitrina del bar había un cartelito en el que se leía: “información turística”, y entonces entré. Nos caímos “bien” de inmediato y luego de darme una breve información sobre los lugares de interés y de contarle que “algo” me había pasado paseando por la laguna le pregunté directamente si conocía a algún sanador local, a algún chaman, “conozco a muchos, algunos muy comerciales y charlatanes y a otros muy serios y muy buenos”…se quedó un rato observándome “yo no conozco cuál es tu espiritualidad” me dijo como dudando. “Yo tampoco” le dije, “pero hoy me siento muy elevado”. Y eso era totalmente cierto. Una cosa llevó a la otra y entramos en confianza, considerando que él era nativo de la zona y sus orígenes indígenas y a pesar de algún resentimiento contenido por el hecho de que cada vez venían más “gringos” jubilados a comprar tierra a precios cada vez más altos y construir casas que resultaban inalcanzables para los nativos, se animó conmigo, “me caes bien”, me dijo superando la timidez característica de los de su raza.

No había mucho lo que hacer en Cotacachi, ese pueblito encantador de la zona andina del Ecuador, muy cuidado y ordenado, a diferencia de los pueblos costeños, más abandonados a la buena de Dios. Yo estaba medio sin norte, el GPS interno me venía fallando desde hacía rato. Quería conversar con una persona” real”, y dejar un rato a los personajes con los que debatía sin pausa dentro de mi cabeza. Y ese encuentro casual con Arauki era justo lo que estaba necesitando. Le conté que era médico y que me dedicaba a la salud mental, me miró fijo a los ojos y luego de un silencio sugestivo me dijo: “necesito controlar mis emociones, y también las de ella” señaló a su novia que estaba detrás de la barra. Nos sentamos en una mesa más apartada, lejos de los oídos curiosos y el gesto enojado de su mujer y me contó de su angustia frente a los conflictos que no era capaz de resolver, “a ella no la vas a cambiar, pero podés verla como un espejo de tus propias dificultades, hay que mirar para adentro y ver contra qué durezas propias choca eso que ella te provoca”.

Al día siguiente, ya pasadas las ocho de la noche, me tocaron la puerta de la habitación en el hostal donde me hospedaba, lo buscan, me dijo la chica que atendía la recepción, al bajar lo vi. A la mañana del día siguiente me encontraría con el Yachak, el sanador que Arauki me había recomendado, supuse que venía a darme las últimas indicaciones,  “él es el hombre de conocimiento, yo soy su discípulo, es muy poderoso” me había dicho. Hacía frío en la recepción del hostal “Vení, subamos”, le dije y al entrar en la habitación, me hizo un breve recordatorio sobre la ceremonia del día siguiente, tras lo cual me dijo: “si tienes tiempo, me gustaría seguir conversando, ayer me tocó mucho lo que me dijiste” y ahí nomás se abrió la canilla de las angustias por largo tiempo contenidas, sin embargo, su orgullo masculino no le permitía desbordarse por completo. “A las mujeres sólo hay que amarlas, no comprenderlas, nosotros, los hombres, tenemos un cerebro diferente y probablemente otro corazón”. El esfuerzo que hacía por contenerse parecía muy doloroso. Le serví un vaso de agua. La charla se prolongó por algo más de una hora y entramos en una confianza de esas que se dan rápido, cuando entre los hombres se comparten los dolores íntimos.

Don Julio, el Yachak, me esperaba temprano en la puerta del bar, de allí saldríamos para la comuna donde vivía, a unos 20 minutos de caminata. Era bajito, de edad indefinida, rostro bondadoso, con el atuendo característico, el cabello largo y trenzado que caía sobre su espalda, y una mirada profunda y penetrante, como mirando a través. Caminamos despacio mientras conversamos sobre diversos temas que fueron confluyendo en algo que a ambos nos apasionaba: la fuerza de la vida,  lo natural y lo sobrenatural, las energías, la inconsciencia que reinaba en el mundo y la fuerte necesidad de revertir el rumbo frente a la posibilidad de que la humanidad entera se estrelle contra su propia y frenética creación, en contraste con la visión de las culturas ancestrales.

Su lenguaje denotaba un conocimiento firme, asegurado por la experiencia, hablaba tranquilamente y su escucha era atenta; me sentí a gusto con él de inmediato, emanaba una honestidad desprovista de egoísmo, para mi alivio, los temores de caer con un charlatán que comercia con el “conocimiento” se desvanecieron rápidamente. Entrando ya a la comunidad se podía sentir una energía especial, pensé que era producto de mi sugestión y se lo comenté “¿verdad que se siente?” me contestó sonriendo. Llegamos a su hogar, una humilde casita, precaria pero ordenada, me presentó a uno de sus hijos y a su mujer, vestida con el atuendo indígena tradicional. Me dijo que me sentase mientras el preparaba las cosas. Esperé con la mente en blanco evitando conscientemente juzgar cualquier cosa que veía o juzgarme a mí mismo por meterme en éste tipo de situaciones con tanta frecuencia, buscando explorar algo más allá….como si ése algo existiese, tenía la certeza que sí, solo que la certeza era igual de fuerte que mi propio escepticismo.
Don Julio apareció al rato con grandes bolsas que contenían frutas, plantas y otras cosas que no logré distinguir, “¿Preparado? Vamos” salí tras él sumiso y obediente, mi ego debía quedarse reposando tranquilo, ésa era la clave para que la experiencia fuese “efectiva” y además menos incómoda. Fuimos caminando por el pueblo y él me contaba sobre algunas cosas relacionadas a las costumbres de la comuna, sobre las tierras heredadas, los conflictos y especialmente sobre su postura respecto a lo que él hacía y su actitud frente a las miradas ajenas, “mi conocimiento proviene de mi familia, de mi abuelito, mi bisabuelo y demás, yo mismo estuve en negación y contradicción por muchos años, hasta que me desperté."

Dejando atrás las últimas casitas del pueblo comenzamos a descender hacia un valle de una naturaleza deslumbrante. En el fondo corría un río y se oía el fuerte sonido de la corriente que fluía descendiendo entre las montañas. La vegetación era cada vez más frondosa y dificultaba el paso, hasta que llegamos a un llano. El aire estaba cargado de energía, y me daba la sensación de haber entrado a un lugar especial, se lo sentía en el cuerpo.

Don Julio comenzó a acomodar el contenido de las bolsas sobre el pasto, ordenó las flores y las frutas como en una cruz y en el centro colocó un recipiente con tabaco, rodeó el espacio con algunas piedras y luego sacó un collar y unas plumas que se colocó en el cuello y la cabeza. De una bolsa que colgaba de su hombro sacó una botella de alcohol, un encendedor y un puñal tallado en madera.
“Éste lugar es un santuario sagrado, y lo ha sido por muchas generaciones” me dijo con solemnidad, algo en él me parecía transformado, como si un poder se le hubiese metido en el cuerpo, hasta su voz sonaba diferente, “se llama el Tundum, porque unos metros más allá hay un manantial de aguas benditas y sanadoras, el agua brota de las profundidades de la Pacha y tiene poderes especiales” yo ya estaba medio asustado, la energía que sentí al llegar se hizo mucho más intensa, “se llama Tundum porque el agua rebota en una piedra que está en una pequeña caverna y al chocar produce un sonido que retumba y se lo escucha así…Tundumtundumtundum."

Me pidió que me saque la ropa, estaba fresco pero ya estaba en el juego y no me iba a echar atrás. Don Julio se adelantó entre unos matorrales y desapareció de mi vista, vacilé unos segundos y lo seguí, entonces vi el agua del Tundum, de un rojo naranja intenso, y un olor extraño me hizo fruncir la nariz. Me quedé parado, sorprendido, el pequeño espacio del manantial estaba cubierto por la vegetación y unos metros más allá había una pequeña cueva, del tamaño de una urna en la que apenas cabía una persona, en el fondo brotaba el agua desde la Pachamama, tal como él había dicho.
Acomodó la botella de alcohol sobre una roca, y prendió un cigarro. Me hizo un gesto para que me acercara. Metí un pie en el agua y luego el otro, el sonido del Tundum era intenso y al segundo siguiente sentí una corriente eléctrica que me recorrió el cuerpo de los pies a la cabeza erizándome los pelos y poniéndome la piel de gallina, se me escapó un gritito del susto, “Se siente ¿no?” me miraba sonriendo, “Acércate, vamos a comenzar…”

Cuando entré en la habitación de la casa en donde iba a pasar la noche, especialmente preparada para los extranjeros, me sentía diferente, como entero, yo mismo, “recuperado”. Estaba también muy cansado y me tiré así, vestido y un poco embarrado sobre la cama, me tapé con una de las mantas y al ratito mi mente se apagó.
Los golpecitos en la puerta me trajeron de nuevo, me había quedado tan  profundamente dormido que al principio no entendí donde estaba ni que hacía allí tirado sobre esa cama vestido, me levanté algo mareado y al abrir la puerta la simpática y sonriente dueña de casa me traía una fuente con la cena. “Perdón, parece que lo desperté, cómase esta comida caliente que le sentará bien y luego vuélvase a dormir, la sanación se completa en los sueños” su rostro se iluminó de nuevo con una sonrisa y tras dejar la bandeja sobre la mesa cerró tras de sí la puerta de la habitación.
Estaba hambriento y la comida deliciosa. El viaje seguía su curso, los encuentros, las experiencias, tan sorprendentes y mágicas continuaban, como si fuese normal, casi cotidiano. 

Claudia  estaba lejos, pero ahora ya la sentía más cerca.

3 comentarios:

  1. Migue: Me encantó tu relato, pero más me gustaría q me la contaras personalmente y otro tanto más vivir la experiencia, que bueno!!!
    No sé porque parte del mundo andas, pero cuando andes por estos lares, me gustaría que nos encontremos. Te dejo un abrazo desde el corazón. Iris

    ResponderEliminar
  2. mike,contame que paso con el chaman,que hicieron...me encanto el relato!!!besos,juli

    ResponderEliminar
  3. Hola a todos los seguidores de hemiderecho, pues esto que han visto hasta ahora, toda la creatividad de mike y todas las aventuras recien comienzan, pronto habra una sobrecarga de relatos y experiencias para compartir con ustedes desde nuestro corazon y ademas otras galaxias!!

    ResponderEliminar